Articulo 5[1] Pascual

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BIOÉTICA, CULTURA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL. Dr. José Pascual Mora García

La bioética como la ética tienen su centro de difusión y consolidación en la mentalidad colectiva, “pertenece la bioética al acervo de la memoria colectiva (...) la Bioética no es otra cosa que el reflejo de la interioridad humana del ethos propicio de la vida, con el cual se establecen las justas relaciones ecosistémicas del hombre con su entorno social y natural.” (Cely, 1999:39) Pareciera ser que tenemos que actualizarnos también con respecto al problema de la muerte en la sociedad postmoderna. Pues la muerte dejó de ser un problema del hogar, ahora por antonomasia es un problema que se dirime en la clínica; antes teníamos buena muerte hoy tenemos muerte dulce; antes la muerte era compartida en la intimidad familiar y los amigos, hoy es un fenómeno aislado, pasivo; antes la muerte era rápida, ahora la muerte es lenta, prolongada; antes acompañábamos el moribundo, ahora hablamos del moribundo; hoy la muerte dejó de ser una realidad existencial para pasar a tener un apellido: muerte encefálica, muerte clínica, muerte asistida; en fin, la muerte dejo de ser un asunto personal para pasar a formar parte a un proceso intersubjetivo, de allí la aparición de los llamados comités de bioética en las clínicas y hospitales. Hoy impera discutir acerca de la muerte con un sentido bioético, porque pareciera ser que “no sabemos tratar al enfermo que puede morir, por eso aliviamos nuestra conciencia enviándolo al hospital para la agonía y la muerte limpia, higiénicas, técnicas más solitarias y deshumanas. Transformamos la muerte en un problema técnico y por eso creamos las empresas, los técnicos más calificados capaces de prolongar la agonía de un hombre, más incapaces de devolver la vida, la vida con sentido. Hacemos interminables discusiones sobre la moralidad de interrumpir la vida artificialmente prolongada y no discutimos en ningún momento la

moralidad de ese prolongamiento.” (De Sousa Martins en Francapani y otros, 1999: 266) He aquí la necesidad de discutir desde el punto de vista bioético las tendencias más adecuadas para apuntalar éticamente el acto médico, la bioética se encuentra en una encrucijada entre la ética deontológica y la ética utilitarista, y en ese sentido, ¿cuál ética aplicar? una ética centrada en el deber ser de inspiración kantiana, o la ética del fin justifica los medios. La respuesta no puede ser simplista, hay que complejizar el debate, el problema no nos remite a un problema de métodos y metodologías para aprender a ser éticos, ya Platón en el Menón había dejado claro que el problema de la virtud era algo complejo, que no podía ser reducido a un problema de enseñanza, o a un problema de ejercitarse como quien se ejercita en el arte de la esgrima, o que el ser virtuoso adviene en el hombre por naturaleza. Jacques Maritain, por su parte, nos alertaba que los valores no pueden ser enseñados como quien enseña un curso sabatino, el problema nos remite a una situación problemática mayor, y es que la bioética no sólo es un problema intercultural, sino un problema que debe ser abordado intersubjetivamente e interdisciplinariamente.

Pero a pesar de todo, hay

algunos pasos que podamos intentar, Morin nos hablaba de la construcción de una ciencia con conciencia, se trata en este sentido de mirar bioéticamente la biotecnología. No se trata de diabolisar o endiosar a priori la biotecnología, sino de rescatar la fuerza humanizante tan esquiva en quienes se dedican a hacer tecnociencia. En principio destacaremos tres posiciones epistemológicas que deben superarse al interno de quienes se dedican a hacer tecnociencia: en primer lugar, superar la pretendida neutralidad valorativa de la ciencia, bajo el supuesto de que no hay que ponerle fronteras a la búsqueda de la verdad científica, me refiero a aquellos que no conciben su trabajo ni como bueno ni como malo, sino como neutro. En segundo lugar, superar el criterio de que todo acto científico es por naturaleza bueno, y en ese sentido, todo lo que es técnicamente posible es éticamente realizable y 2

necesario. Este prejuicio estaba apuntalado por la ciencia experimental centrada en el paradigma positivista, y frente a ese se incorpora el paradigma postpositivista (Kuhn, Popper, Toulmin, Lakatos, Feyerabend) como alternativa que demuestra que el criterio absolutista de la ciencia está en desgracia. La postmodernidad ha rescatado para el conocimiento todas las formas de saber, ante la crisis ocasionada por la arrogancia de la Razón Ilustrada, el otrora denominado pensamiento débil, es así, como aflora para la comprensión del mundo el conjunto de fragmentos de verdad, y no la verdad única. Desde la intuición, el mito, las estructuras lúdicas, la poética, las artes plásticas, el yoga, la rizo terapia, la oración profunda, la meditación trascendental, la curación a través de las manos, todas son técnicas que en el mercado de la vida han demostrado tener una parte de la verdad. No se trata aquí de defender posiciones a ultranza sino de manifestar que el logocentismo que acompañó la ciencia experimental durante siglos hoy vive sus últimos días. Impera, pues, una tolerancia epistemológica, en donde, el respecto a las culturas regionales sea la máxima. En tercer lugar, se debe superar el divorcio entre las denominadas ciencias duras y las ciencias sociales, de hecho en los llamados comités de bioética se fusionan interdisciplinariamente el médico y el teólogo, el internista y el filósofo, el especialista y el abogado, el enfermero y el administrador, el ministro religioso y la comunidad. Los comités de bioética deben ser una necesidad en nuestras universidades, sorprende que no se discuta sistemáticamente acerca de la biotecnología ambiental: biodiversidad, control biológico, biofertilizantes, bioinsecticidas y bioherbicidas, estrategias de control a las células manipuladas genéticamente, a los organismos transgénicos y los posibles problemas ambientales, etc. Tampoco se discute sobre la biorremediación: diferentes cepas de microorganismos pueden aislarse para controlar diferentes formas de contaminación química, por ejemplo, degradación de biocidas, detergentes, material plástico, etc. Tampoco se discute en las cátedras sobre los alcances de la ingeniería genética humana. Conviene hacer un apartado especial para 3

analizar la bioética de la biomedicina, en principio para reconocer los grandes aportes que la biotecnología ha venido haciendo a la salud humana y sentimos un inmenso orgullo que los avances tecnocientíficos tienen la intencionalidad de mejorar nuestra calidad de vida. Pero al mismo tiempo para mantener la vigilancia epistemolóíca (Bachelard) de un proceso que está en su etapa de florecimiento, el problema de la vida es tan importante que todos debemos involucrarnos en su destino. Nadie debe renunciar a discutir el desideratum de su cadena biológica. CULTURA

ACTUAL:

DE

LA

MODERNIDAD

A

LA

ANGLOBALIZACIÓN POSTMODERNA. Recientemente en una aldea remota del Estado Táchira me encontré con esta experiencia casi paradójica. Esperaba averiguar cuáles eran las costumbres ancestrales que se mantenían en el tiempo de la historia lenta, pues en algunos de nuestros pueblos y aldeas se respira todavía los tiempos de antaño. Característica que pareciera sobrevivir en estas comunidades apartadas de las grandes urbes. Esperaba tener el gusto de observar la inocencia y candidez en los rostros de los niños campesinos, y ¿cuál sería mi sorpresa?. En vez de ello me encontré con un grupo de jóvenes que ansiosamente se disponían a disfrutar un video en formato VHS, en el televisor que servía de conexión con el mundo exterior. Sí, nada más y nada menos se aprestaban a ver la última superproducción del cine norteamericano: La PASIÓN DE CRISTO, en versión de Mell Gibson. La sorpresa fue aún mayor cuando en mi viaje a España en el pasado mes de julio, a propósito del Xacobeo-2004 y el III Congreso Internacional Historia a Debate, pude constatar que la película en mención apenas estaba llegando a los cines de la gran megalopolis de Madrid. Paradójicamente la celebrada película fue vista en una aldea del Táchira antes que en Madrid. Sin duda que me acordé del plan globalizador, mejor anglobalización, que busca manejar desde nuestros sueños hasta 4

la planificación minuciosa de nuestras intimidades; ahora la fe puede ser utilizada por la industria de consumo para adiestrar nuestra religiosidad, y en ese sentido, hasta se nos diseña cuándo debemos llorar. Claro que la globalización nos presenta oportunidades pero también riesgos. Por un lado nos sentimos felices de que se haya superado la contradicción campo-ciudad, en la que las películas o teleseries llegaban con retardo de más de un año en el caso de nuestras generaciones. Pero al mismo tiempo, debemos advertir que el plan modelizador que se esconde en forma subreticia terminará minando nuestro sentido de pertenencia al Estado-nación, y en consecuencia acabará con la noción de patria. En el mismo grupo de jóvenes de la aldea tachirense apliqué un test para medir el nivel de discrepancia entre el país donde se vive y en el que quisieran vivir, y nuevamente cuál sería mi sorpresa: el 87 % apostó por uno de los países de la triada CEU, EEUU, o Japón. Y cuando pregunté el por qué, nuevamente una respuesta inesperada: nada tenía que ver con la ciudadanía, es decir, el problema de ser o no ser venezolano. Simplemente les daba igual ser lo uno que lo otro. El problema de la conciencia de la patria no es privativo en las generaciones actuales, aún a pesar del plan masificador de las políticas oficiales. El efecto rechazo se ubica en un 85%. Cabe entonces preguntarse por la presencia ideologizante de un plan alterno que obtiene mayor eficacia en la modelización que la conciencia de Estado-nación. De hecho, manifestaron mayor importancia cuando se les pregunto por la marca del calzado o del pantalón, que por el problema de la conciencia nacional. Es aquí donde se introduce el problema del Estado-región planteado por Ohmae Kenichi (1995). Para el futurólogo japonés el Estado Región es una unidad social más adecuada para el mundo sin fronteras que plantea la globalización. Cada vez tendría menos sentido hablar de países homogeneos, como unidades económicas, pues la dinamica ha generado al interior nuevas capacidades y necesidades. Estas nuevas entidades 5

político-territoriales pudieran ser denominadas estado-región. En el caso, de la Provincia del Táchira siempre fue así, en el pasado y en la actualidad. La vinculación geo-histórica y geo-económica con el Departamento Norte de Santander (República de Colombia) ha sido estratégica para el desarrollo del Estado-región tachirense. La antigua Provincia del Táchira (1856) se hizo próspera gracias a la exportación del café, en la cual intervenía desde mano de obra santanderana hasta los canales para comercializarse. El producto salía vía Cúcuta para embarcarse hasta el puerto Encontrados, y de allí se enviaba a MarAcaibo para comercializarse nacional e internacionalmente. La injerencia del Estado-nación, colombiano o venezolano, siempre ha perjudicado la dinámica económica región. De hecho, las políticas centralistas han atentado contra los intereses de Estado-región tachirense, en el siglo XX y en XXI. El suceso más reciente fue el denominado "secuestro de Granda" que paralizó la frontera, con repercusiones graves, en atención a un problema político vinculado al Estado-nación, como fue la violación de la soberanía nacional. Todo se normalizó de nuevo, por una decisión centralista, como si nada hubiese pasado; obviándose el daño infligido al potencial desarrollo regional. Inmediatamente me acordé de Ohmae Kenichi quien apuntaba en su trabajo lo siguiente: “Si no fuera por su idioma o el color de su piel, no habría forma de determinar la nacionalidad de un joven que deambula por la Harajuku de Tokio con tenis Naike, pantalones cortos L. L. Beans, playera Izod, una raqueta Prince (por puro gusto) y una bolsa Louis Vuitton. Visto como consumidor, la nacionalidad de este joven importa mucho menos que sus deseos y aspiraciones básicas.” (Ohmae, 1990) La desintegración paulatina de los Estados-nación y la afirmación de la anglobalización terminarán desarrollando un bricollage sin patria en el nuevo orden mundial. Análisis que iniciamos en nuestro trabajo: Los "sin patria": ¿una nueva organización mental de la nacionalidad?. (Aldea Mundo, Nº 2, 19966

abril 1997) En esa versión exponíamos el problema en abstracto, sin contextualizar localmente las implicaciones. San Cristóbal: de capital del Estado Táchira al epicentro de la Anglobalización. La villa de San Cristóbal fundada por Juan Maldonado de Ordónez y Villaquirán en 1561 evolucionó en el tiempo como una "ciudad de paso" hasta convertirse a mediados de la segunda mitad del siglo XIX en la capital de la antigua Provincia del Táchira, fundada el 14 de marzo de 1856. (Cfr. Informe Castelli, 1855) Actualmente se preparan los actos pro-celebración del sesquicentenario de fundación de la Provincia del Táchira (1856-2006). Y ¿qué ironía? La ciudad-capital como espacio para la identidad regional luce fragmentada y sin historia, pues más que perecerse a la ciudad que la vio nacer su arquitectura simuló ser el remedo de otras latitudes. El último trabajo de Gregorio Aparicio (2004) y la crónica de Luis Hernández Contreras nos dejan extasiar gracias a la magia de la fotografía, la gloria de una ciudad que no pudo resistir ni siquiera una centuria a la ruina del tiempo. ¿Qué diferencia entre las ciudades milenarias de Europa y Asia y nuestra historia arquitectónica? ¿Cuál habrá sido su secreto? Verdaderas joyas arquitectónicas que serían símbolos de la ciudad han sucumbido a la desidia. A manera de ejemplo citamos algunas: El primer Palacio de Gobierno de 1907 fue derribado en los cincuenta. El Hospital Vargas fundado el 19 de diciembre de 1927, lugar donde se creó la primera Sociedad Médica del Táchira (1937), génesis de la Federación Médica Venezolana, también fue derribado. Sólo se conserva el frontis de Jesús Uzcátegui como testigo silencioso, para no dejar descansar la conciencia de quienes cometieron semejante sacrilegio. El busto de Bolívar, inaugurado el 19 de diciembre de 1912, ha sido mudado infinidad de veces, afortunadamente todavía puede apreciarse en la Plaza Bolívar de la Universidad Nacional Experimental del Táchira. El Teatro Garbiras testigo de la imagen en movimiento en el Táchira sólo se recuerda en el programa radial que ameniza 7

Gustavo Villamizar en la 106.5 FM. Las placas en memoria de la entrada de Bolívar a San Cristóbal, el 16 de abril de 1813, ubicadas en la cuesta de Filisco han sido saqueadas y nunca se han repuesto. San Cristóbal, la capital del Estado Táchira, no escapa al designio del nuevo orden anglobalizador. El llamado “centro”, es decir, ese lugar geográfico preciso que orientaba al turista en la relación centro-periferia, ya no existe. Este fenómeno también se conoce como “angelinización” de las grandes ciudades, en alusión directa a Los Ángeles, EEUU., esa inmensa ciudad sin centro. San Cristóbal ese está convientiendo, a su manera, en una versión de Los Ángeles. Los nuevos centros de San Cristóbal no son precisamente la Plaza Bolívar, o el casco histórico colonial sino los Centros comerciales. En cada sector de la ciudad hay nuevos "centros." A nadie casi importa el casco histórico del centro de la ciudad. Los jóvenes llaman dinosaurios a quienes todavía se preocupan por tales trasnochos. Y lo peor de todo es que quiérase o no, Ud., está condenado al destino teledirigido por la sub- cultura shopping. Frente a la ciudad fundada un 31 de marzo de 1561 crece otra

construida por la anglobalización, la SAN CRISTÓBAL

SHOPPING. La "San Cristóbal shopping" ofrece una nueva multiplicación de centros, en donde cada uno es una ciudad; son modelos de ciudad en miniatura. Y, ¿la historia qué?. No hay problema se la inventamos. Nadie quiere ir a la "casa del general Gómez" en La Mulera pero todos queremos ir a La Encantada. ¿Es o no es así? Son los monumentos del nuevo civismo. De los barrios ahora no se va al centro, puesto que cada uno acondiciona su llamado shopping. El centro de San Cristóbal dejará poco a poco de ser el centro de oficinas como lo fue durante su crecimiento durante el siglo XX. Nada de todo esto es necesario. Viajar para realizar trabajo de oficina se está convirtiendo en una cosa anticuada. Hoy es infinitamente más fácil, más barato y más 8

rápido hacer lo que no se podía hacer antes: llevar la información y, por lo tanto, el trabajo al lugar en donde están los trabajadores, las herramientas para ello ya las tenemos: teléfono, televisión de doble vía, correo electrónico, máquinas fax, computador personal, modem. Los Cyber´s serán los centros laborales o nuevas oficinas. Ahora bien, este fenómeno de la San Cristóbal angelinizada debe ser analizado cuidadosamente. Nuestro inconsciente colectivo no ha tenido tiempo de amalgamarse. Vivimos la paradoja de cuando más estábamos orgullosos de la Tachiranidad, en ese mismo momento apareció el fenómeno de la anglobalización para desintegrar los cimientos. Y es que a la anglobalización no le interesa al pueblo con memoria colectiva construida en el tiempo de larga duración sino el nuevo ciudadano "sin patria" de la "cultura del shopping". En la nueva cultura angelinizada la historia está ausente, o en todo caso, puede ser utilizada como souvenirs. La historia esta planificada por un decorador no por un investigador formado con el método histórico. Si Ud., quiere ser historiador le auguro poco éxito, mejor sería que en la performatividad de las nuevas profesiones estudie decoración light. La nueva historia no se escribe sino que se decora. La historia ahora ocupa roles

serviles: decoración y

preservacionismo

fetichista de los muros. Ud., no compra antigüedades sino objetos envejecidos. ¿Es o no es? Permítaseme un enciso para aportar un testimonio en esta dirección, cual es la restauración de la Casa Steinvorth, en el centro de la ciudad. La presencia del historiador de la arquitectura no fue precisamente la mano que guió la obra. Es verdad que estuvo expuesta a la desidia por más de 20 años, pero tampoco se restauró cuidadosamente, apegados a las investigaciones que han desarrollado los expertos; incluso investigadores, v. gr: Julio Laverde y Alfonso Arellano, que han hecho trabajos de ascenso, tutoriado tesis, y presentado exposiciones nacionales sobre el tema fueron ignorados. Los planos originales habían sido recuperados por los 9

arquitectos Eduardo Santos Castillo y Gustavo Ferrero Tamayo, sin embargo, nunca fueron consultados. No puede privar lo político-partidista sobre la naturaleza de las obras. Si alguna vez le importó la conciencia nacional no se preocupe. La angelinización postmoderna le relevará de ese susto; además sin problemas de ciudadanía ni sentimientos de culpa. Y no precisamente porque "los sin patria" no tengan un espacio sino porque no están interesados en tenerlo. La nacionalidad ha dejado de ser un problema, pues para el hijo de la anglobalización la nación a la cual pertenece importa menos que sus aspiraciones básicas inmediatas. Tanto el tiempo como las distancias se han acortado con el perfeccionamiento de las comunicaciones, transporte y los flujos de capitales. Hoy es posible encontrar en las calles de La Grita, San Antonio, Queniquea o en el más alejado de los poblados como la Florida productos desde los conocidos pantalones Lee hasta hamburguesas de McDonnalds. Nombres como Sony, Onda, Nestlé, Perrier,

Norelco,

Mercedes

Benz,

Olivetti,

y

Wolkswagen

son

palabras

intercambiables en la conversación cotidiana. Nuestros campesinos también son hijos de la anglobalización. Sí, cuidado podría Ud., equivocarse. Hoy conocen más de su nuevo camión que nosotros que nos la damos de citadinos. El otro día, Anatolio que ahora prefiere llamarse "Maikel", me dio una clase acerca de las características del nuevo camión; por ejemplo, decía con orgullo: "mi camión Ford es más potente, tiene una cabina fabricada en Ureña (Estado Táchira), chasis importado de fabricación estadounidense, y motor ensamblado en Brasil." Seguramente su abuelo se sorprendería de cómo han cambiado las cosas. Aquella frase de que FORD es FORD y CHEVROLET es CHEVROLET, enunciada por el papá de Temístocles, quizás pase a la historia.

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Las firmas que fueron patrimonio y orgullo nacional en época de la “guerra fría” se han integrado. A manera de ejemplo las Tres Grandes Detroit (General Motors, Chrysler y Ford)

han dejado de ser corporaciones 100%

estadounidenses. General Motors es dueña de 34% de las acciones de Isuzu y 5% de la Suzuki Motors; por su parte, la Chrysler Corporations tiene el 15 % de acciones de la Mitsubishi Motors y el 15% de las acciones de Peugeot. Si bien es verdad que los capitales no tienen patria, también es verdad que muchos productos que fueron verdaderos símbolos nacionales forman parte de la Economía anglobalizada. El centro de gravedad se corrido de una vez y para siempre. Pero debemos preguntarnos: ¿acaso la solución para los llamados países excluidos será rechazar unilateralmente las reglas del juego mundial, afirmar la identidad cultural y mantener la economía nacional con criterios endógenos? o, ¿acaso la responsabilidad será que el llegar tarde a las economías globales nos condenará definitivamente?. No hay salidas definitivas ni fáciles. Más que soluciones proponemos iniciar la discusión ubicando el verdadero sentido del problema. No sea que mientras discutimos cómo debería preservarse el centro de la ciudad otros estén inaugurando la nueva San Cristóbal Angelinizada y Anglobalizada. ¡Qué extraño desenlace!. En un siglo donde todo se había planificado para que fuera mejor, de pronto todo da vuelta. Los espacios planificados por expertos ahora parecieran devenir en una especie de Estado de Naturaleza, en el sentido hobbesiano, en donde prolifera una arquitectura feísta. Los jóvenes en su desesperada búsqueda de bienestar económico inmediato, renuncian a la idea de estudio y trabajo en el sentido clásico e inventan formas alternativas de enriquecimiento rápido, aún a costa de perder la vida. Afirman abiertamente, ¿cuál es el problema, viejo? lo importante es “el aquí y el ahora.” Los padres hace rato que están fuera de juego; los maestros, intentan resistir en las viejas trincheras escolares atónitas en la desesperanza; los policías, devenidos en trabajadores sociales con 11

uniforme intentan hacer lo que la escuela y la familia no pudieron: un ciudadano. ¿Cómo quedamos? RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL INTELECTUAL La historia como dijera el gran Ortega y Gasset “siempre es historia contemporánea.” La incertidumbre que cobija la universidad venezolana nos invita a remontarnos al Movimiento de Córdoba (1918), y recordar que los males de la universidad de esa época todavía perviven en la nuestra. Al mismo tiempo imploramos la estirpe de grandes universitarios, como: José Ingenieros, Alejandro Korn, Eugenio D´Ors, Gabriel Del Mazo, Germán Arciniegas, Anibal Ponce, Luis Beltrán Prieto Figueroa, y Ernesto Mayz Vallenilla, entre otros. Hoy como ayer, la universidad tiene que recomenzar una senda perdida, porque los males de ayer todavía están entre nosotros.

Pero el mal más grave que padecemos es el que

Eugenio D´Ors denominaba: LA SERVIDUMBRE DE LA INTELIGENCIA, al respecto comentaba Deodoro Roca: “nada más doloroso y trágico, en la historia de la servidumbre, que la servidumbre de la inteligencia, la servidumbre de la cultura, de la profesionalidad de la cultura.” (Roca, D.) La servidumbre intelectual a la que se alude, tradicionalmente estuvo representada por quienes eran adeptos al régimen, hoy día tenemos que reconocer que en la universidad la servidumbre intelectual se ha democratizado. De allí que la capacidad de sindéresis deba especializarse con mayor heurística a fin de deslindar la verdad de pseudo verdades. No podemos seguir en el silencio cómplice, como académicos estamos obligados a no engrosar las filas de la servidumbre de la inteligencia. Imploramos a las reservas morales que tiene la universidad para que regrese el debate ideológico a nuestra cotidianidad. La universidad históricamente ha sido la autoconciencia _Hegel mediante_ del país. En momentos de regímenes de facto, y en presencia de injusticias, la universidad ha sido la primera en levantar el brazo crítico y denunciar los atropellos.

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La Universidad nació para ser alfarero de la verdad, por eso de su seno emergió como Orfeo de los infiernos una nueva profesión, el profesor universitario, “un hombre _ al decir de Le Goff_ cuyo oficio es escribir o enseñar o las dos cosas a la vez, un hombre que profesionalmente tiene una actitud de profesor y de sabio, en suma un intelectual.” ( Le Goff, 1986:88) Por eso nos preguntamos: ¿Está la universidad venezolana siendo consecuente con el desideratum para la cual nació?, ¿Cuál es su capacidad de sindéresis al abordar la coyuntura que vive el país?, frente a la simpleza y falta de densidad del discurso político ¿Dónde está el intelectual orgánico que actúa como conciencia fundante?, ¿Por qué hemos perdido nuestro protagonismo en las decisiones de la sociedad?. Pareciera que se está cumpliendo aquella premisa según la cual el saber ya no se discute en la universidad sino en el acontecimiento. Pues bien, potenciemos una nueva generación de egresados con excelencia académica crítica, solvencia moral y humana, para que nos representen en la nueva Sociedad del Conocimiento, que en palabras de los gurus educativos será la sociedad del Tercer Milenio. Los cambios están ocurriendo tan abruptamente, son tan dramáticos que pueden muy seguramente neutralizar, frenar, y congelar la acción de tomadores de decisiones que prefieren esperar a ver que ocurrirá, aquellos que se resisten al cambio o que se mantienen como veletas esperando cuál será el próximo cambio. Esta situación se asemeja a la del educador que decide esperar la nueva tecnología, el nuevo diseño curricular, el nuevo computador, argumentando ¿por qué estudiarlo o comprarlo ahora si en un año estará obsoleto?. Esa continua espera automáticamente colocará a los docentes universitarios renuentes al cambio en el banquillo de los jurásicos. Mientras tanto, los demás, los innovadores estarán haciendo historia.

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Pero para poder ser representantes de los innovadores necesitamos potenciar un nuevo liderazgo, alineado en el paradigma de la complejidad (Edgar Morin, 1994). El nuevo líder educativo deberá ser: a) ser un pensador holista que integre la divergencia y la convergencia; b) con visión prospectiva y retroprogresiva; c) experto en el manejo de la complejidad y el caos, porque la sociedad que se nos avecina será cada vez más caótica y compleja, “el éxito será de quienes amen el caos -la variación constante- y no de quienes aprendan a acabar con el” (Peters, 1992:507); d) anticipativo y proactivo, porque el mejor docente no será aquel que sepa resolver los problemas sino el que los anticipa; e) aquel que rechaza categóricamente del modelo flautista (Pied-pipers), o buscadores de posiciones de poder sin proyectos propios, los oportunistas serán desplazados por la dinámica social que exige más capacidad; f)innovador y flexible, ya que, la nueva subjetividad no será la relación particular de un sujeto con un discurso sino la relación de un sujeto con una pluralidad de discursos, vale decir, desde la física cuántica hasta el taoísmo; g) maestro en el manejo del cambio y cultura organizacional, para poder transformar la resistencia al cambio; h) deberá potenciar más la efectividad y comprehensividad que la eficacia y eficiencia, que al final han resultados ser conceptos instrumentales que funcionan muy bien en el mundo empresarial pero no así cuando se utilizan como indicadores de la educación. La crisis que vive la teoría de los Círculos de Calidad y la polisemia de significados de calidad traducidos de la empresa a la educación revela un agotamiento y desencanto. (Ferrández, 1999). De allí que se impone involucrar todo el sistema educativo en los cambios y no a un grupo de privilegiados, aunque algunos trasnochados todavía pretendan sugerir como novedad la aplicación la teoría de la Calidad Total como alternativa única para mejorar la calidad en educación; i) deberá ser una persona con gran capacidad de logro, con alta autoestima y un Locus Control Interno alto; y, j) deberá ser una persona auténtica y con una conciencia fundante, esto es, un ser que no simplemente es un hacedor de cosas sino que también sabe dar cuenta de cómo se hacen. Es la misma diferencia que Aristóteles establecía

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entre el hombre de tëchne y el hombre de episteme; necesitamos de nuevo potenciar en la universidad al hombre de episteme. ¡Ojala! Qué un día podamos decir que nuestros egresados han sido fraguados con una cultura de excelencia académica crítica, y macerados en el liderazgo complejo, para que puedan volar y soñar tan lejos como las estrellas. ¡Ojala! Qué no sean como Icaro con alas cargadas de cera que al intentar volar sean derretidas por las luces del conocimiento. Compartimos que en “el fluir diacrónico de los tiempos ha habido siempre dos clases de hombres: los que crean y los que imitan – para decirlo con palabras del Prof. Enrique Flores._” (Flores, 1998:12) Pero estamos seguros que en la universidad necesitamos fundamentalmente de aquellos que crean, con un pensamiento abierto, y con una capacidad para vivir la diversidad. Sólo así podremos estar seguros que llevarán en alto el nombre de nuestra Universidad de los Andes en cualquiera de los caminos de la vida. Necesitamos ser solidarios y empujar más lejos. Y, si un día pueden recordar las palabras de Bernardo de Chartres: “somos enanos encaramados en hombros de gigantes. De esta manera vemos más y más lejos que ellos, no porque nuestra vista sea más aguda o nuestra estatura más alta, sino porque ellos nos sostienen en el aire y nos elevan con toda su altura gigantesca” entonces, y sólo así, podremos pensar que hemos cumplido como sus formadores. Permítaseme para finalizar proponer un decálogo para la nueva universidad PRIMERO. La universidad debe ser un espacio para el debate de la nueva ética universitaria. Transitamos una sociedad en donde pareciera que lo que esta en tela de juicio no son las faltas a las normas de ortografía moral sino las mismas normas; en donde pareciera que cada cual prepara su propia infusión ética. Algunos se invisten de santones orientales light, otros se hacen pasar por maestros esotéricos para preparar sus propios brebajes con hierbas y sahumerios indígenas, y los más 15

simulan ser católicos de comunión y confusión diaria. La vieja ética profesional del docente se quedó en los anaqueles, porque funcionó más como una aprehensión conceptual que como una ética aplicada. Por eso podemos decir que la ética en la universidad estuvo más caracterizada por intelectualización de los valores que por una práctica de los mismos. Se requiere que repensemos una ética para la universidad desde América Latina (Dussell), pues ni la ética finalística de origen aristotélico centrada en el principio de la eudaimonía (la felicidad), ni la ética kantiana centrada en el principio deontológico (deber ser), han demostrado ser eficaces. Se requiere el transito de una ética cartesiana centrada en la intelectualización de la moral, del "yo pienso, pienso luego existo", a una ética sentiente ( L. Boff) en donde se potencie el "yo siento, luego existo." Todos los sistemas éticos de la antigüedad hasta hoy han mantenido una variable: no se puede ser virtuoso de una virtud, el hombre virtuoso debe ser virtuoso de todas las virtudes. Si tuviera que dar una respuesta rápida a la pregunta ¿qué significa ser virtuoso en la universidad actual? sin reservas diría que un profesor universitario debería ser virtuoso de todas las virtudes. Quizá eso nos ha faltado para que la universidad alcance el sentido de utilidad práctica para la cual nació. El docente universitario nació para dar origen a una nueva clase social: la que trabaja con el intelecto. Hoy por hoy, en la Sociedad del Conocimiento es una verdad indiscutible. Porque recordemos que desde la antigüedad el trabajo era esencialmente el trabajo manual. Fue necesario reivindicar el status quo del profesor universitario, hasta el punto que Rutebeuf - un joven poeta de la Edad Media- se defiende con orgullo expresando: “yo no soy obrero de las manos.” SEGUNDO. El subsistema más importante de la universidad debe ser el subsistema de valores. La universidad no puede seguir siendo administrada con los criterios de los últimos doscientos años, con criterios jerarquizados donde imperó el autoritarismo, el control, la uniformización, la especialización, la sincronización, la 16

concentración, la maximización, y la centralización, teniendo por respaldo político una democracia liberal autoritaria aliada de los poderes de la civilización agrícola (caciques, jeques, caudillos, patriarcas, ayatollahs); éste estilo de hacer universidad está en franco desplazamiento. Todo esto está cambiando y afectará notablemente el mundo educativo. En lugar de manejar las universidades como cajas negras para responder a los mercados, debemos mejorar el subsistema comportamental. Las nuevas tendencias se centran en el lado comportamental y la organización interna, sosteniendo que la diferencia entre universidades exitosas y no exitosas estriba en los valores y principios que sirven de fundamento a su organización interna. Desde este momento el sub-sistema más importante de la universidad debería ser el sub-sistema de valores y creencias, centro del sistema social de la organización. Pero para lograr ese cambio es necesario romper la vajilla de porcelana de la universidad tradicional para después recomponer de otra manera los pedazos. El problema no es sólo descubrir y eliminar el desperdicio, sino determinar los saberes que han quedado desplazados. El control fue propio de la Modernidad. Hoy ¡no!. Si convertimos el subsistema de valores en el más importante de la universidad, todos sentiremos la organización como nuestra. De esa manera podremos ser tratados en el recinto universitario como seres dignos de condición humana, y no como asaltantes, traficantes o ladrones. Quizá a partir de ese momento podamos demostrar que no necesitamos empresas de vigilancia para revisar nuestros vehículos. ¿Qué pensará un vigilante en su interior cuando recibe ordenes superiores para hurgar y espiar nuestro acontecer cotidiano.? Hemos llegado a tener que solicitar a la fuerzas represivas para que revisen la universidad, porque no hemos sido capaces de generar un sistema de valores. La indolencia es el mal más grande que padecemos. TERCERO. La universidad tiene que hacer una reingeniería de procesos, a fin de lograr una ventaja competitiva sostenible. El problema no es sólo producir lo 17

que la sociedad desea sino lo que la sociedad valorará en el futuro. Por no ser conscientes de este proceso llenamos de conocimientos obsoletos las mentes de nuestros egresados. La universidad tiene que preguntarse moralmente, si realmente las carreras existentes responden a las necesidades de la sociedad que vendrá o si simplemente representa la defensa de un feudo para garantizar un espacio laboral. Sospechamos de quienes hablan de cambio o renovación en la universidad simplemente pensando en la estructura curricular y administrativa, cada cierto tiempo se emprenden iniciativas para realizar reformas curriculares. Sin embargo, estas no pasan de ser un desgaste de energías y tiempo, ya que el nuevo cambio es peor que el anterior. Debemos pensar en la reingeniería del docente, e incluso de pensarnos si realmente somos útiles a la institución o a la sociedad. Es muy acomodaticio hacer campañas para renovar o cambiar pero distraídos en entelequias o sofismas. Por eso el proceso de revisión de los conceptos de la universidad deberán ser más drásticos para los próximos años. CUARTO. La universidad emergente deberá centrar su importancia en el recurso humano; es axiomático que las personas son el mayor activo de una universidad. Los miembros de la organización deben ser profesionales que se anticipen a los cambios, expertos del pensamiento convergente y divergente, en presencia de una realidad caótica; el mejor docente no es el que sabe resolver problemas sino el que los anticipa. QUINTO. La universidad deberá superar será su organización burocrática. Los desarrollos tecnológicos hacen que la universidad actual pueda superar las contradicciones de otras épocas. La racionalidad burocrática que privilegió la razón organizativa del Estado planificador hizo de la universidad un ente menos eficiente, y más vulnerable a las presiones endógenas.

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La universidad de la Modernidad tenían una estructura fundamentalmente jerárquica, en donde los Consejos Universitarios, de Facultad, o de Núcleo planificaban desde sus oficinas pero desconectada, muchas veces, de lo que acontecía en las aulas. SEXTO. La universidad debe superar la relación saber-poder enquistada en una clase política. La universidad debe superar el sentido de administración del poder cual COSA NOSTRA, sí así como lo decimos, cual camorra o piovra; hasta el punto que bien pudiéramos decir que dentro de la universidad hay otra universidad que habla el lenguaje propio de la COSA NOSTRA. Esta situación fue creando una contracultura organizacional que en forma soterrada afianzó una clase en el poder, en la que cada elección simplemente consiste en rotarse los cargos. La incorporación de nuevos docentes en el poder de decisión pasa por el juramento ante el clan de la Universidad Nostra; cada nuevo investido tiene que defender en forma genuflexa los caprichos de unos pocos que se encargan de manipular el voto, y así se perpetuaban en el poder. SÉPTIMO. La universidad debe recuperar el sentido crítico potenciando los valores humanísticos. En forma sistemática los especialistas del currículo con un sentido más ingenieril que humanístico cercenaron los valores humanísticos. Fue así como desaparecieron de los pensa de estudio las materias con contenido humano y social, entre ellas: Introducción a la Filosofía, Sentido y Comprensión del Hombre, Sociología de la Educación, antropología Filosófica, Lógica Silogística, etc. La universidad en lo sucesivo deberá reconocer los valores humanísticos, ya que se requieren en las organizaciones del futuro. OCTAVO. La nueva universidad deberá potenciar el uso intensivo de los conocimientos. La sociedad del futuro tendrá como eje la biotecnología; eso implica que la universidad biotecnológica requerirá de un mínimo uso de energía, un mínimo 19

de mano de obra, y un mínimo de materias primas, pero un altísimo uso de conocimientos. Los gremios y sindicatos tendrán que cambiar sus fines, porque ya no podrán manipular a las universidades con chantajes o subterfugios; ya no podrán cuadrar concursos de oposición en complicidad con los administradores de la UNIVERSIDAD NOSTRA. NOVENO. La universidad deberá recuperar el nivel de EPISTEME. En el tiempo la universidad ha dejado de ser la constructora del saber epistémico, y se ha conformado con el nivel de DOXA. Quizá por eso afuera en la calle muchos piensan que la universidad es un lugar para los “doxagrafos” de oficio. Fenómeno que ha hecho de la universidad una agencia de titulación y simulación de investigaciones escasamente aprovechables. DECIMO. La universidad debe recuperar su status quo donde lo científico y lo filosófico se integren. De esa manera podemos participar en el diálogo entre lo científico y lo tecnológico, lo moral-práctico y lo político; porque la supuesta neutralidad valorativa de la técnica, amparada en la máxima de que “todo lo que es técnicamente posible es éticamente necesario” ha traído como consecuencia la ecodepredación. La labor del científico también debe incorporar la arqueología del imaginario social, pues allí se encuentra la genealogía de la cotidianidad; todo científico es, al mismo tiempo, un metafísico y un filósofo, quiera o no admitirlo; si no filosofa explícitamente, lo hará implícitamente. Pero no puede eludir la sustentación de los supuestos epistemológicos sobre los cuales funda su saber. La crisis que vive el discurso científico radica en gran parte en el olvido de esta característica, ya que en su trabajo acepta o rechaza presupuestos filosóficos en forma más o menos crítica. Pero no nos emocionemos. ¡Nada está garantizado! Nos hemos acostumbrado a ver el maestro, la escuela, la universidad y el profesor universitario como 20

necesarios, pero ¡pudieran dejar de serlo!. La universidad de hoy está amenazada por “una terrible sombra, quizá emergida de las moradas tenebrosas del Tártaro, invadió el recinto universitario cuyo rostro, otrora amoroso y resplandeciente, luce hoy innumerables máscaras que lejos de embellecerlo lo pervierten: unas veces es mercado de buhoneros exhibiendo maniquíes lujosamente enchaquetados, otras un stand de feria para concesionarios de vehículos, lleve hoy pague después, pida Visa pida Mastercard, y otras más frecuentes es un desfile de vanidades por cuya pasarela modelan la compinchería, el compadrazgo, las cervezadas, las campañas electorales que reducen al profesor a la triste condición de un voto, carnaval perpetuo que masivamente arrastra a dirigentes y dirigidos, fascinados por semejante canto de sirenas.” (Flores, 1998:15) Si no repensamos esos conceptos en una sociedad cambiante no nos sorprendamos si dentro de unos años la universidad quizá sea para la cultura occidental lo que Homero para nosotros.

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